lunes, agosto 14, 2006

Vivirás eternamente

Algo me decía que no llegaría a tiempo. Igualmente aunque hubiera llegado una hora antes no me hubieran permitido verte. Entraste en emergencia la madrugada del sábado y esa fue la última vez que nos vimos, que me miraste. Ese mismo día por la mañana nos despedimos en casa por última vez. Ya me resultaba muy doloroso ver como habías cambiado, tu cuerpo estaba cada día más frágil y estoy seguro que ya te imaginabas lo que te sucedia. Siempre fuiste muy perspicaz.

La madrugada del sábado fue la noche más larga que nunca antes tuve. Hacía mucho frio y mi hermano José sentía que el calor mismo se le iba del cuerpo. Mi mamá cada diez minutos corriendo para saber si habían noticias. Practicamente los siguientes días se había mudado al hospital para estar cerca tuyo.

El miércoles algo me decía que debía estar allá. José habló conmigo temprano y me dijo que los pronosticos eran muy desfavorables. Me dijo también que no me alterara, que en la casa con más calma hablariamos. Pero -como son las cosas- yo necesitaba estar allá. Camino al hospital, mi hermano me llama y me dolió mucho escucharlo cuando simplemente me dijo "ya". Un "ya" que rompió algo en mi, un "ya" que aún retumba en mi mente y me forma un nudo en la garganta. Al llegar al hospital buscaba a los mios hasta que di con José. Abracé a mi gemelo como si él también fuera a irse también y no quería dejarlo ir. Esperamos a mi mamá un rato que lo sentimos eterno.

Mi padre se había ido. El último beso que le había dado fue cuando me despedi de él la noche que lo visité en el hospital, lugar al que nunca quiso ir. Sabia que tal vez no volveria.

El dolor tiene diferentes formas de manifestarse y descubrí que a diferencia de otros, en algunos se muestra en forma de hostilidad, agresión e incluso mala educación. No hay vuelta que darle que encontré formas de expresión tan sinceras en mis amigos. En tal sentido podria decir que en esta ocasión "el vino es más espeso que la sangre".

Cumplimos la voluntad de un hombre que murió en paz con sus hijos y su esposa: no ser sepultado sino cremado. Sus cenizas regresaron a su hogar, el lugar de donde no queria separarse y estará con quienes eligió quedarse: su familia.

Descansa en paz viejito. Marcanos la senda. Vivirás eternamente entre nosotros

Roberto Miguel Albán
Mefisto

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