martes, mayo 10, 2005

Una voz de un ayer no muy lejano

Las historias se unen unas con otras y son tan intrincadas que uno jamás termina de saber cómo es que terminó metido hasta el cuello en una historia. O de pronto el estar inmerso en una relación sin haberse dado cabal cuenta de "cómo así estamos juntos", "cuando nos empezamos a querer", son casi temas cotidianos.

Hace un par de años conocí sin conocer a alguien. Empezó por casualidad: una llamada preguntando por otra persona y un familiar que me responde que salió de viaje. "¿Cuándo regresa?" (la tipica pregunta) y la casi lacónica respuesta indicando unos días más adelante. Repetidas llamadas dentro de un futuro indeterminado y casi nunca daba con esta persona, pero siempre con esta nueva y atenta persona que con una alegría sin par me atendía. Con el tiempo nos hariamos casi confidentes y el tono de su voz, la dulzura que ponía en sus palabras y el trato que me dispensaba, simplemente me alegraban, me cambiaban el ánimo o me daban una nueva perspectiva de las cosas. Las conversaciones eran cada vez más largas, más amenas, más gratificantes. A ella le pasaba similar reacción: decía que el conversar conmigo era un bálsamo a sus problemas. En más de una ocasión recibí de ella las más cálidas bendiciones, que procedentes de su emotiva voz, las hacían doblemente efectivas.

Hace un par de meses llamé tras un largo tiempo de ausencia. Necesitaba una voz amiga que me ayudará como siempre a cambiar el color del cristal con que miraba las cosas. Una voz muy similar sonó en el auricular. Crei que era ella. Me equivoqué. Se trataba de su hija mayor quien radicada en el país del tio Sam hizo un vuelo relámpago cuando supo que su mamá estaba grave. Su hijo menor (amigo mío y a quien jamás encontraba cuando llamaba) también viajó de regreso a estas tierras y ya había vuelto a regresar a tierras gringas hacía una semana. Esta nueva voz me decía con la misma calidez -evidente herencia- que su mamá había fallecido y que ella no consiguió llegar a tiempo. Me di cuenta que esa voz tan querida no la volvería a oir, que yo tampoco llegué a tiempo, que una gran persona se había marchado de este mundo y no pude despedirme como se debe.

Recibí de ella incontables bendiciones y formó y forma aún parte de quien soy yo. Estimada Señora Luisa, en donde quiera que esté, quiero que sepa que siempre la recordaré. Dios la bendiga y proteja.

contador de visitas
Contadores Web